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Un icono en Canadá: Ana, la de Tejas Verdes

La divertida historia de la chica pelirroja que se adelantó a su tiempo creada por Lucy Maud Montgomery. ¿En esta historia hay algo de biográfico? ¿Qué temas trata? ¿Sabes que tiene unas cuentas secuelas? ¿Qué autor famoso fur admirador de la obra?

24-04-2023

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Un éxito de ventas

Publicada en junio de 1908, la novela vendió más de 19.000 ejemplares en sus primeros cinco meses, y fue reimpresa diez veces durante el primer año. Desde entonces, Ana, la de Tejas Verdes se ha traducido a unos treinta y siete idiomas, además del braille, y ha vendido más de cincuenta millones de ejemplares, lo que la convierte en uno de los libros más vendidos. El manuscrito original se preserva en el Centro de las Artes de la Confederación, en Charlottetown. Las pruebas corregidas, sin embargo, se han perdido. La primera edición tiene errores en el texto, que fueron rectificados posteriormente.

Animada por el éxito, L. M. Montgomery publicó al año siguiente, en 1909, la primera secuela de Ana, la de Tejas Verdes, con el título de Ana, la de Avonlea. Si en el primer volumen había contado la vida de Ana desde los once años a los dieciséis, en Ana, la de Avonlea, L. M. Montgomery narro sus vivencias desde los dieciséis a los dieciocho años. La tercera novela de la serie, Ana, la de la Isla, que abarca la vida de Ann desde los dieciocho años a los veintidós, le costó más y no se publicó hasta 1915, a causa del matrimonio de Maud con Ewan Macdonald y de sus nuevas responsabilidades como madre y esposa. A continuación, se publicaron La casa de los sueños de Ana (1917), que cuenta los primeros años de vida matrimonial de Ana y Gilbert Blythe; El valle del arco iris (1919); Rilla, la de Ingleside (1921); Ana, la de los álamos ventosos (1936), y Ana, la de Ingleside (1939). La protagonista de Rilla, la de Ingleside es la hija menor de Ana y Gilbert Blythe, Rilla, apodada así en recuerdo de Marilla Cuthbert. El orden de publicación de las novelas no sigue estrictamente la cronología de la vida de Ana Shirley, ya que su autora vuelve a veces a períodos anteriores.

En 2009 se publicó una secuela, Los Blythe son citados. Es un libro que L. M. Montgomery había completado en 1942, el último año de su vida, pero que entonces no llegó a publicarse por razones desconocidas, quizá su estructura algo experimental o el hecho de que su visión desoladora de la Segunda Guerra Mundial podía desalentar al público, en un momento en el que era necesario un impulso renovado para terminar la guerra.

Pese a las dificultades e interrupciones que sufrió a lo largo de su vida, L. M. Montgomery llegó a escribir un total de quinientas cuentos, veintiuna novelas, dos antologías poéticas y numerosas recopilaciones de artículos periodísticos y ensayos.

Los temas principales

L. M. Montgomery sigue siendo la más leída de las escritoras canadienses. Pero, en su época, los críticos tendían a minusvalorar sus méritos literarios, por considerar que sus libros resultaban más apropiados para mujeres y jóvenes. Sin embargo, los temas que trató siempre eran serios: la importancia de la amistad, sobre todo en la juventud; la paz del hogar; el sentimiento de pertenencia a un lugar; el conflicto entre el poder de la imaginación y las expectativas sociales, o entre la imaginación y las tradiciones; el papel de las apariencias; la relación con la naturaleza; la influencia de la religión; la ambición, la voluntad y el deber.

Es cierto que sus novelas tratan repetidamente de huérfanos, niños abandonados por sus padres o separados de ellos, y niños al cuidado de personas que no los quieren, pero esos eran también los temas de escritores reputados como Charles Dickens (1812-1870), que podría considerarse el fundador de este género sentimental, aunque también reivindicativo, de los huérfanos o los niños perdidos. Solo desde los años setenta del siglo xx las feministas, y sobre todo las escritoras canadienses concienciadas, como Margaret Atwood (n. 1939), autora de la célebre novela El cuento de la criada (1985), empezaron a defender la literatura de L. M. Montgomery como algo más que una muestra de escritura de género o de ficción juvenil.

La autora de Ana, la de Tejas Verdes, y en particular su protagonista, Ana Shirley, llegaron a ser vistas como heroínas feministas adelantadas a su tiempo, y representantes de un movimiento para el que al principio del siglo xx aún no había nombre. Y es que los problemas de Ana son problemas contemporáneos: la pérdida, la discriminación, los prejuicios contra las niñas, la intimidación y el deseo de integrarse y de ser admitido en una comunidad.

En 1985, la publicación del primero de los diarios personales de L. M. Montgomery ayudó a tener una visión más completa de la mente compleja y en ocasiones atormentada de la autora, y a entender sus obras de otro modo. El personaje de Gilbert Blythe, que antes parecía un chico antipático, arrogante y machista, únicamente interesado en sí mismo, puede ser comprendido ahora como un ejemplo alentador de lo que el empuje adolescente y una visión igualitaria nos proporcionan, cuando se respetan el intelecto de la persona amada y sus ambiciones, y no se compite para imponerse al otro sino para superarse a sí mismo.

Un admirador llamado Mark Twain

El 21 de noviembre de 1908, cinco meses después de la publicación de Ana, la de Tejas Verdes, apareció en el periódico The Sun, de Nueva York, un anuncio publicitario en el que tres escritores opinaban favorablemente sobre la novela de L. M. Montgomery. El más importante de los tres era, con diferencia, el estadounidense Samuel Clemens (1835-1910), quien, con el seudónimo de Mark Twain, había escrito Las aventuras de Tom Sawyer (1876) y Las aventuras de Huckleberry Finn (1885), entre otros muchos títulos que le situaron en la cumbre de la literatura norteamericana de todos los tiempos.

La frase atribuida a Mark Twain en el anuncio de The Sun se refería a Ana, la protagonista del libro, y decía: «Es la niña más querida, conmovedora y encantadora de la que hemos tenido noticia desde la inmortal Alicia». Se refería, obviamente, a la protagonista de Alicia en el país de las maravillas (1865), la famosa  novela de Lewis Carroll. Recién publicada su novela, Lucy Maud Montgomery se había apresurado a enviarle un ejemplar a Mark Twain, en busca de apoyos. El anciano escritor había dado instrucciones a su secretaria, quien, a su vez, se había dirigido a la autora de Ana, la de Tejas Verdes, agradeciéndole el obsequio del libro y autorizándole a reproducir la frase mencionada, como respaldo promocional.

El encanto duradero de Ana Shirley

Como la inmensa mayoría de los escritores, L. M. Montgomery utilizó numerosos elementos reales para construir su obra de ficción más conocida, Ana, la de Tejas Verdes.

Imaginó la comunidad ficticia de Bolingbroke, por ejemplo, en Nueva Escocia, donde nació Ana, en sustitución de la comunidad real de New London, en la Isla del Príncipe Eduardo, donde ella había nacido. Reemplazó la comunidad real de Cavendish, donde vivió, por la imaginaria Avonlea. Y convirtió la universidad de Dalhousie, donde había estudiado literatura inglesa, en la inexistente universidad de Redmond, para la cual Ana gana la beca Avery. Dicha beca, que entonces no existía, se instituyó después, como tributo al «espíritu de Ana», y su concesión depende de la universidad de la Isla del Príncipe Eduardo, en Charlottetown.

L. M. Montgomery basó algunos de sus caracteres, como el del competidor y admirador secreto de Ana, Gilbert Blythe, los de sus amigas, Diana Barry, Jane Andrews y Ruby Gillis, y los de las hermanas Pye, Rosie y Gertie, en personas que conocía. Los estudios de Ana y los exámenes para poder enseñar como maestra, así como su vocación literaria, son reflejos de la vida de L. M. Montgomery. Y la decisión de Ana de quedarse con Marilla tras la muerte de su hermano Matthew parece haberse inspirado en la elección de la autora de permanecer en Tejas Verdes con su abuela materna, tras la muerte de su abuelo.

Pero el personaje mejor trazado del libro, y al que debe esencialmente su fama, es el de la propia Ana, esa huérfana pelirroja y pecosa, habladora incontenible, de imaginación incansable y voluntad firme, que ha tenido una primera infancia errante y sombría, yendo y volviendo entre el orfanato y los hogares de acogida, y sin embargo conserva intactas sus ilusiones, su dignidad y su alegría. No es raro que Ana se haya convertido en un icono de la cultura canadiense.

Texto del apéndice de Vicente Muñoz Puelles para el libro Ana, la de Tejas Verdes (colección Clásicos a Medida)


Sección

9-11 años

Temas

Clásicos

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