Se trata de un investigador que trabaja como asesor de la policía, en concreto de Scotland Yard, cuya inteligencia y capacidad de observación y deducción sobresalen de lo común. Generalmente, la policía le pide ayuda en aquellos casos que ella es incapaz de solucionar. Sherlock Holmes llega con su aparente tranquilidad, mira, examina, analiza, a veces con su lupa, valora y extrae las conclusiones que le llevan a la solución del caso, con lo que deja boquiabiertos y ridiculizados a los policías, quienes, no obstante, se llevan el mérito, pues él rechaza la adulación y la ostentación.
Aunque no hay una descripción completa suya en ninguna de las novelas, entre todas podemos extraer los rasgos que lo definen, tanto físicos como psíquicos. Sabemos que nace el 6 de enero de 1854, en Londres, hijo de un rico hacendado inglés y de una descendiente de pintores franceses. Tiene dos hermanos, de los cuales nosotros conocemos al mayor, Mycroft. Estudia Química en la Universidad de Oxford y al tiempo participa como actor en el teatro universitario, de ahí su afición a los disfraces, que los usará a menudo para cambiar su personalidad y acercarse a los sospechosos. En 1881 conoce al doctor Watson, que se convertirá en su compañero de piso, amigo y colaborador. Holmes trabaja como detective consultor, ayudando a la policía.
Cuando lo conocemos tiene veintiocho años. Es muy alto, 1,90 m, muy delgado y algo cargado de hombros, con cara fina, nariz aguileña y ojos penetrantes. Es un hombre solitario; cortés en su trato, pero distante, reflexivo, ingenioso e irónico y a veces brusco. Es un estudioso ordenado y metódico de química, anatomía, leyes y literatura sensacionalista. Posee un archivo bastante completo de recortes de periódicos, informes y notas sobre personas, hechos y casos, que le sirve como base documental para conocer a individuos, acontecimientos y delitos cometidos en su época. Entre sus aficiones se cuentan fumar en pipa, tocar el violín, asistir a conciertos, el boxeo y la apicultura. Finalmente, él, que es un ser misógino, tiene un amor platónico, Irene Adler, la mujer, y un enemigo acérrimo, el profesor Moriarty, el Napoleón del crimen, inteligente y sagaz, con quien sostiene una mortal pelea en los Alpes suizos.
Conan Doyle se basó para diseñar a su personaje en un amigo de facultad llamado Sherrinford. Este llegó a ser policía en Scotland Yard y le contaba sus experiencias al escritor, las cuales se convirtieron en su fuente de inspiración. En cuanto a su método científico deductivo, lo tomó de un eminente profesor de la Facultad de Medicina de Edimburgo, Joseph Bell, y así lo dice en una de sus novelas. Este profesor fue uno de los iniciadores de la medicina forense y colaboraba con Scotland Yard; por ejemplo, lo hizo en los crímenes de Jack el Destripador.
Sherlock Holmes se retiró, tras casi treinta años de ejercer como detective, a una granja en el condado de Sussex, al sur de Inglaterra, donde se dedicó a la cría de abejas, llegando a escribir un Manual de Apicultura. Aun así, le llamaron en varias ocasiones para resolver casos o colaborar con el gobierno al inicio de la Primera Gran Guerra. Rechazó el título de sir, pero aceptó el de la Legión de Honor.
Gracias a Sherlock Holmes, Conan Doyle pudo vivir de la pluma durante cuarenta años. No es extraño que, cansado de su personaje, quisiera ponerle fin en su novelita El problema final (1893), pero ante la avalancha de protestas que recibió de sus seguidores, incluida su propia madre y se dice que hasta el rey, tuvo que recuperarlo y lo hizo al cabo de diez años en La aventura de la casa vacía (1903).
En la mayoría de sus casos, el doctor Watson actúa no solo de colaborador, sino de cronista de los mismos. Sherlock Holmes le reprocha que le dé más importancia al elemento sentimental que al objetivo y racional, como a él le hubiera gustado, pero el doctor se aleja de la frialdad del mero plano documental para embellecer la narración, incluso adornando el estilo del lenguaje. Con todo, el propio Holmes reconoce que escribir es difícil y son muchas las veces que le agradece su labor al amigo.
El canon holmesiano
Se llama así al conjunto de novelas y relatos escritos por Conan Doyle y protagonizados por Sherlock Holmes, en total cuatro novelas y cincuenta y seis cuentos o novelas cortas, durante cuarenta años, esto es desde Estudio en escarlata (1887) a El archivo de Sherlock Holmes (1927). De este modo se distinguen sus obras originales de otras apócrifas, escritas incluso en vida del propio autor, y cuyo personaje es bien el detective Holmes u otro cualquiera de los de sus relatos. Las cuatro novelas son las siguientes: Estudio en escarlata (1887), El signo de los cuatro (1890), El perro de los Baskerville (1901-1902) y El valle del terror (1914-1915).
Por su parte, las novelas cortas se agrupan en volúmenes de ocho o de doce cuentos, que se publicaban uno al mes, principalmente en la revista The Strand. Su acogida fue tan espectacular que la revista vio aumentado su número de suscriptores y también al autor se le pudo pagar más por sus relatos; de hecho sabemos que mientras por Estudio en escarlata recibió 25 libras esterlinas, por Un escándalo en Bohemia le pagaron 60, más del doble. Ya podemos entender por qué el autor se dedicó con tanto afán a la novela corta. Las tiradas de ejemplares que se hacían eran de 10 000 para el Reino Unido y 4 500 para Estados Unidos. Tras su aparición por entregas, o sea, mensualmente en la revista, la editorial de George Newnes las publicaba en volúmenes.
En total escribió cinco antologías de relatos: Las aventuras de Sherlock Holmes (1891-1892), Las memorias de Sherlock Holmes (1892-1893), El regreso de Sherlock Holmes (1903- 1904), Su último saludo (1908-1917) —esta con ocho relatos, mientras que las demás contienen doce—, El archivo de Sherlock Holmes (1924-1926). Hay que decir que, aunque El archivo es posterior en su publicación, en el orden cronológico de la vida del personaje lo es Su último saludo.
La estructura que todas siguen es similar, tanto las novelas como los relatos o novelas cortas; esto es, un planteamiento que coincide con un delito, un nudo que se alarga con el proceso de la investigación y un desenlace cuando Sherlock Holmes halla la solución al caso. Las obras quedan, pues, cerradas. En su temática, los asuntos que se tratan son muy variados: crímenes, timos, chantajes, robos, espionaje, misterio, terror… Sherlock Holmes, el indiscutible personaje principal, se enfrenta a las injusticias sociales, defendiendo la ley y el orden, pilares de la sociedad civilizada, y Conan Doyle no pierde la ocasión para aportar su opinión al respecto. Generalmente el narrador es el doctor Watson, quien cuenta los hechos en primera persona y pasado, como testigo de los mismos, salvo en muy pocos casos en que actúa como narrador omnisciente, o el narrador es el propio Holmes o un tercero. El lenguaje es sencillo, correcto y asequible para el público al que van dirigidas las novelas.
(Texto de Lourdes Íñiguez de la introducción y apéndice de Los mejores casos de Sherlock Holmes. Ilustrado por Davide Ortu).