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Aquella tarde dorada...

En este poema, que sirve de prefacio al primer libro de Alicia, Carroll rememora aquella «tarde dorada», la del viernes 4 de julio de 1862, en la que él y el reverendo Robinson Duckworth llevaron a las tres pequeñas Liddell a pasear en barca por el Támesis.

03-07-2019

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En este poema, que sirve de prefacio al primer libro de Alicia, Carroll rememora aquella «tarde dorada», la del viernes 4 de julio de 1862, en la que él y el reverendo Robinson Duckworth llevaron a las tres pequeñas Liddell a pasear en barca por el Támesis.

En una tarde dorada,
por la tranquila corriente,
navegamos lentamente
remando sin decisión.
Y es que manejan los remos
torpes bracitos en vano,
y no consigue la mano
enderezar el timón.

¡Trío cruel! Me pedían
a aquellas horas un cuento,
cuando no tenía aliento
para una pluma mover.
Mas contra tres lenguas juntas,
explicadme, ¿qué podría
hacer la pobre voz mía,
si hablan a la vez las tres?

Prima, imperiosa, su edicto
lanza: «¡Que empiece enseguida!».
Secunda, más comedida,
solo llega a proponer:
«Que haya muchos disparates».
Y Tertia, a cada momento,
me va interrumpiendo el cuento
cada minuto una vez.

Hecho por fin el silencio,
con fantástica mirada,
van tras la niña soñada
a una tierra sin igual:
País de las Maravillas,
donde aves y bestias parlan
y con ella alegres charlan...
Casi creen que es verdad.

Cuando, agotada la fuente
de mi seca fantasía,
con voz cansada quería
el relato posponer,
«Otra vez os diré el resto»,
les decía débilmente;
pero ellas alegremente
gritaban: «¡Ya es otra vez!». 

Poco a poco fue surgiendo
la tierra maravillosa,
y cada escena curiosa
una a una se forjó.
Y ahora que el cuento ha acabado
vamos, bajo el sol poniente,
bajando por la corriente,
alegre tripulación.

¡Alicia!, acepta este cuento
y con dedos delicados
ponlo donde están trenzados
sueños del mundo infantil
con la cinta del Recuerdo,
como coronas ajadas
hechas de flores cortadas
en un lejano país.

Sección

Efemérides

Temas

Clásicos

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